Llegar a esta pequeña localidad holandesa fue llegar a una pequeña Venecia, llena de canales y bonitas casas junto a ellos. Era una mañana soleada y muchos otros holandeses habían tenido la misma idea que nosotros. Media Holanda estaba allí, con la familia, dispuestos a pasar un bonito día de sol al aire libre.
Después de comer pannenkoeken, plato típico holandés, alquilamos unas barcas con un stick para movernos por los canales y hacer una ruta. Como ya os podéis imaginar, es un lugar bastante turístico, de forma que casi todos en el pueblo viven de los turistas, casi todos holandeses. Quién no alquila embarcaciones tiene un restaurante o una cafetería o un negocio para los visitantes.
Tras recorrer de forma tranquila y sosegada los canales del pueblo, cruzados por múltiples puentes de madera, salimos al inmenso lago. He de decir que me daba pánico subirme a la barca en un principio, ya que no me sentía muy segura, sin embargo, la travesía era tranquila y disfruté al máximo de las hermosas casas apostadas junto a los canales con sus bonitos jardines.
La arquitectura tradicional holandesa me encanta, esas casas me tienen enamorada. La mayoría tienen tejados cubiertos con una especie de brezo típico holandés. Antiguamente, era un material utilizado por las familias humildes para cubrir los tejados, sin embargo, hoy en día es un material muy caro. Se trata de un excelente aislante.
Cruzar el lago en una pequeña barca de madera, guiados solamente por un palo, impone. Al otro lado, nos adentramos de nuevo en pequeños canales naturales, entre campos, bordeados por el «brezo» que utilizan para cubrir sus tejados.
El viaje fue realmente maravilloso, me encantó sentir el aire en mi piel mientras navegaba por tierras holandesas. Me senté en la parte más delantera de la embarcación y me dejé llevar. Fue muy bonito y ya os adelanto que tras este viaje y alguna otra travesía por mar, descubrí que adoro navegar.
el diario de Amatista 