Era lunes por la mañana, un día cualquiera de marzo, ocupada en mi labor diaria como cada día, cuando me sonó el móvil.
No es normal que yo reciba llamadas en horas de trabajo, sobre todo porque lo suelo poner en silencio y lo dejo guardado en el bolso. Sin embargo, ese día lo tenía en mi mesa cuando comenzó a sonar.
Era una llamada que cambiaría mis planes a corto plazo. Me querían hacer una entrevista en persona en una empresa granadina que estaba inmersa en una selección de personal y yo encajaba en el perfil.
Tras las inevitables dudas iniciales y hacer algunas consulta, llamé para decir que en dos días estaría allí. Necesitaba comprar los billetes y organizar el viaje en unas horas, ya que viajar mil kilómetros no se hace en un rato.
Con ayuda, eso sí, en unas horas tenía todo organizado. El martes lo pasaría entero de viaje y el miércoles por la tarde haría la entrevista.
Esa misma noche volvería a Asturias para poder incorporarme a mi puesto de trabajo el mismo jueves por la tarde. Era una locura, miles de kilómetros en pocas horas.
Pero mereció la pena. Fui seleccionada. Y llegó el caos. Organizar la mudanza en tan sólo una semana, buscar piso nuevo en Granada, terminar las prácticas, liquidar mi actual contrato de alquiler, etc.
Lo peor de todo fue empaquetar todas mis cosas, que yo había procurado que no fueran muchas en estos dos años viviendo en Gijón. Sin embargo, siempre se acumulan miles de papeles, muchos pares de zapatos y un sinfín de cosas que no quieres tirar pero que tampoco te puedes llevar.
Finalmente, el viernes, un día antes de que yo saliera en avión para Málaga, mis pertenencias salían empaquetadas en un palé.
Atrás se quedaba la maravillosa postal de la playa de San Lorenzo bañada de sal, el olor a sidra del Lavaderu, el ambiente de la ciudad, su gente, mis amig@s y un montón de estupendos recuerdos.
Para despedirme, cenita en el Tierra Astur, cita obligada si visitas Gijón y quieres disfrutar de la rica gastronomía asturiana en un ambiente acogedor con una original decoración.
Y hubo lágrimas, muchas, por dejar una tierra que me acogió con los brazos abiertos el primer día que llegué, un poco temerosa a esa Ciudad de la Cultura que es La Laboral.
En unos meses volveré, y con un poco de suerte, recorreré el verde paisaje asturiano durante mis vacaciones, porque llevo a Asturias en el corazón y a Gijón en mi memoria.
Jo! Me apetece un culín de sidra.