El gran mercado de La Haya para comprar fruta, verdura, carne, pescado, ropa, zapatos y un largo etcétera se llama Haagse Markt. Abre cuatro días a la semana y allí puedes encontrar cualquier cosa que necesites, ya sea de limpieza, de cosmética o de comida. Entrar en el recinto es adentrarse en un bullicioso mundo de olores, colores y mezcla cultural. Entre la multitud de puestos puedes encontrar fruta y verdura de España, productos latinoamericanos, legumbres de todo tipo, frutos secos y alimentos árabes. Entre todos estos puestos, es muy agradable percibir de repente el peculiar olor de las aceitunas aliñadas, que te recuerdan a España. Y un poco más lejos, un fuerte olor a pescado te anuncia la presencia de un puestecillo de arenques ahumados, bocadillos de salmón o pescado rebozado frito. Y se te abre el apetito. Lo mejor es entrar directamente por la parte de la comida y volver cruzando el resto del mercado para salir por la puerta de arriba. Y merece la pena ir porque en los supermercados los precios son muy altos. Por ejemplo, los calabacines y berenjenas te las venden a un euro y pico la unidad, mientras que en el mercado puedes comprar por ese precio un kilo o más. Así que por unos diez euros puedes volver cargado de bolsas. La diferencia se nota y mucho. Los productos son de muy buena calidad y la competencia hace que los precios sean bajos en la mayoría de los puestos. Otra ventaja de ir al mercado es la posibilidad de encontrar productos de todos los sitios. Yo encontré fideos, que no hay en los supermercados, lentejas, garbanzos y habichuelas. En el Albert Heijn, uno de los supermercados más extendido en Holanda, comprar aceitunas es comprar una delicatessen. Sin embargo, en el mercado tienes una gran variedad con diferentes aliños y a buen precio teniendo en cuenta que vienen de fuera. Mucha de la verdura la ponen en unos barreños pequeños y el precio es por barreño. Un euro el barreño lleno de berenjenas y a lo mejor trae cinco o seis. La primera vez te llama la atención, pero después es muy cómodo porque coges tu mismo el barreño y lo vacías en una bolsa y le pagas. Es casi un self service. Al principio, el mercado, lleno de gente de todos los sitios, parece un lugar un poco caótico y no te llama mucho la atención para ir. Pero cuando vas unas cuantas veces, te das cuenta de que es la mejor opción para hacer la compra. Y repites.