Los holandeses viven bajo esta premisa: Haz lo normal, qué ya es bastante loco. En un intento de ser lo más normal como sea posible, sin grandes ostentaciones ni manifestaciones públicas que llamen la atención. Excepto el día de la Reina, que toda Holanda se convierte en una fiesta, los holandeses son bastante recatados en cuanto a manifestar en público su estado de ánimo. Les gusta disfrutar de una vida tranquila y hogareña. Son organizados y planifican con bastante antelación cualquier tipo de evento ya sea una cena de amigos o una reunión de trabajo. Desde un punto de vista más latino, son poco espontáneos, ya que siguen estrictamente su agenda. No intentes organizar una barbacoa para esta mismo fin de semana porque seguramente no sea tiempo suficiente para incluirlo en sus planes. De los holandeses también destaca su puntualidad. Esto se puede comprobar en los transportes públicos, en los horarios comerciales e incluso en casa. Si la hora de cenar es a las siete, se cena a las siete. Por su educación y cultura, los holandeses por regla general son muy respetuosos con todo. Cuidan de los elementos públicos porque tienen conciencia de que es de todos, respetan las normas aunque nadie esté controlando si se hacen o no, y tienen muy presente el respeto hacia las otras personas, hacia la libertad individual. Muchos de estos aspectos, sin embargo, con una gran población inmigrante como la que tiene Holanda, se ven distorsionados. No todos comparten estas normas de educación y de convivencia. Por eso y por otros motivos, para obtener el permiso de residencia y a más largo plazo la nacionalidad holandesa, desde hace unos años es obligatorio realizar el Inburgeren, que consiste en estudiar el idioma y también la historia y la cultura del país. En un intento de enseñar a estas personas que llegan de fuera cómo es la sociedad holandesa. Respetuosa con el entorno, educada y planificada.