Llega la marea naranja

Se aproxima en el calendario la fiesta Nacional holandesa, el Día de la Reina, que este año además tiene un sentido especial para los holandeses. La Reina Beatriz ha abdicado en su hijo Guillermo, que el próximo día 30 de abril se convertirá en el nuevo Rey de Holanda.

En vísperas de esta festividad tan característica, os dejo un post que escribí hace unos años desde allí, de cómo viví esa fiesta. Espero que os guste.

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<< Aunque para muchos la fiesta empezó ya anoche, hoy es el gran día nacional para todos los holandeses, el Koninginnedag. Tocaba poner el despertador para no ir muy tarde porque luego ya se sabe, demasiados borrachos en la calle. Después de desayunar hemos cogido el tranvía hasta la estación de tren. El tranvía iba decorado con banderitas en la parte superior, una naranja y otra holandesa. Al llegar a la estación, para nuestra sorpresa las billetes eran más baratos y nos dan un mapa de Ámsterdam y un sombrero naranja. Accesorio imprescindible tal día como hoy. En el andén esperando un montón de personas ataviadas con ropa naranja, gorros, sombreros, corbatas y un sinfín de cosas más, todo naranja. Algunos llevan pintado el pelo con los colores de la bandera holandesa (rojo, blanco y azul), otros llevan pelucas con trenzas naranjas…En el tren hoy esta permitido beber, así que el vagón huele a cerveza y más de uno va ya contento a las 11 de la mañana. Al llegar a Ámsterdam comienza la procesión. No podemos casi ni bajar del tren, una multitud de personas se arremolinan en las escaleras mecánicas y al llegar al hall principal de la estación…sorpresa, parece que vamos a un partido de fútbol. Trompetas, música, mucha cerveza y gente por todos los sitios. Casi no podemos ni avanzar hasta la salida. Una vez en la ciudad, seguimos la marea naranja hacia el centro. Todo parece un enorme botellón. A los lados de las calles hay puestos de ropa, zapatos y cualquier cosa que se pueda vender. Hay puestecillos de comida, de bebidas, de dulces…y pequeñas barras con grifos de cerveza y barbacoas. ¡Y música! algunas casas parecen discotecas, con la música en la puerta invitando a todo el que quiera unirse a la fiesta. Tradicionalmente, cada persona puede poner un pequeño puestecillo en la calle y vender las cosas viejas que ya no necesite; hoy en día, al menos en Ámsterdam no hay muchos. En algunas plazas, los niños venden juguetes y trozos de tarta. El ambiente es impresionante, sobre todo si pensamos que estamos en Holanda, porque aquí no es muy habitual beber en la calle, bailar en escenarios improvisados ni desmadrarse de esta manera (en España si estamos más acostumbrados ¿verdad? con las ferias, romerias y botellones cada fin de semana…jajaja.) Hemos recorrido la ciudad, callejeando entre gente, hasta Princegracht. Hoy los canales estaban llenos de vida. Muchos holandeses celebran este día subidos a un barco. Desde grandes barcos de madera hasta pequeños botes, todo vale. Decorados con globos naranjas, guirnaldas y con bebida y música a bordo, pasean por la red de canales de la vieja ciudad. Hemos comido cositas de los puestecillos y disfrutado del ambiente festivo. Dentro de tanto bullicio uno se pregunta ¿cómo vamos a salir de aquí para volver a casa?. Por la tarde, hemos cogido el tren de vuelta, iba vacío porque a la fiesta aún le queda para rato. Al llegar he puesto mi banderita holandesa en la ventana. Hoy todos los holandeses se sienten orgullosos de su bandera y de su color naranja. Y yo también claro. >>

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