Os presento a Trufa, un lindo gato del que ya os he hablado anteriormente.
Tiene un año y medio y pesa más de 5 kg. Acostumbrado desde que lo recogimos con un mes de vida a vivir en un piso, disfruta de las excursiones al aire libre, en el campo, dónde lo dejamos correr libremente.
Cariñoso cuando quiere, está muy unido a sus dueños, de manera que cuando está suelto, viene frecuentemente a darnos mimos y podemos caminar grandes distancias con él a unos metros de nosotros, como si fuera un perrito.
Hace unos meses, vivió una experiencia que pudo costarle la vida. Pero debe ser cierto el refrán que dice que los gatos tienen siete vidas.
Una noche de verano mientras estábamos fuera, logró salir al borde de la ventana levantando con la cabeza la persiana que estaba abierta sólo unos centrímetros. Esto no supondría un riesgo si no fuera un sexto piso. Al llegar a casa, él intentó por todos los medios volver a entrar pero ya no podía. Asustados empezamos a subir las persianas del todo para permitirle entrar de nuevo a casa…sin embargo, Trufa empezó a caminar de un lado a otro por el filo de la ventana de apenas 20 cm. y pasó lo inevitable, se giró y cayó al vacío. Seis pisos de altura.
Afortunadamente, un toldo del cuarto piso amortiguó su caída, y lo encontramos en el portal aparentemente sano y salvo.
Lo peligroso de una caída así es que caigan de pie porque entonces sus patitas se abren por la fuerza del impacto y acaban dando con la cabeza en el suelo lo que les provoca serias lesiones en el cráneo y la mandíbula. Pero Trufa rebotó en el toldo y cayó de lado.
Tras ir con él al hospital veterinario y hacerle diferentes radiografías para detectar posibles lesiones internas, descubrimos que sólo tenía una contusión pulmonar por el fuerte golpe. Fue un milagro y agotó en una sola noche al menos cuatro de sus siete vidas.
Tras más de una semana de fuertes dolores sobre todo en las patas traseras, que le impedía incluso subirse al sofá, empezó a moverse de forma cada vez más normal y a día de hoy es un gato loco y sano, que ya parece haber olvidado que la noche del día 10 de agosto hizo paracaidismo pero que olvidó ponerse el paracaídas.
A diario nos preguntamos qué tiene esta bola de pelo, llorica, incordio y a veces pesado que nos hace quererle tanto. Desde que llegó a nuestras vidas, de casualidad, nos llena de felicidad. Y cada vez que recordamos el episodio de la caída nos emocionamos porque tuvimos (y tuvo) mucha suerte.
hehe, qué linda entrada, la verdad es que sí que se les quiere y forman parte de la familia. Yo tengo unos cuantos gatos aunque ahora están con mis padres y ni veas lo que los echo de menos. Trufa habrá agotado unas vidas, pero con lo que lo cuidáis, seguro que vive unas cuantas más
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Gracias claudia! ❤
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