Aprovechando aún el buen tiempo que teníamos a mediados de septiembre, organizamos una escapada de fin de semana a la zona almeriense de Cabo de Gata.
Kilómetros de costa nos esperaban con grandes olas y un horizonte azul intenso salpicado de espuma y sal. El pequeño pueblo de Cabo de Gata no tiene gran atractivo en sí mismo, pero su kilométrica playa y sobre todo, su faro, son dignos de visitar.
La subida al faro se hace por una carretera no apta para cardíacos, con tramos dónde solo puede pasar un coche pegado al acantilado. Una vez pasado este «mal trago» llega la recompensa: unas vistas espectaculares de rocas y acantilados que nos recuerdan a la Costa Brava o incluso al Mar Cantábrico.
La mayoría de los visitantes disfrutan de las vistas del faro y emprenden el regreso, pero lo bueno de ir con alguien que conoce la zona es que descubres más cosas. Bajando por uno de los laterales de la roca se puede acceder al mar, entre rocas, piedras y viejas barcas. Y merece mucho la pena.
La riqueza marina que se puede ver casi pegada a la orilla es asombrosa. Las aguas cristalinas ayudan a descubrir un fondo lleno de anémonas, erizos, cangrejos, ermitaños, caracolas y muchos peces. Bordear parte de las rocas nadando o incluso buceando es una experiencia que recomiendo.
Muy próxima a esta zona están las salinas y una zona de avistamiento de aves acuáticas que también visitamos.
Continuamos la ruta hacia San José, localidad costera con un estupendo ambiente, con pequeñas casas blancas y una tranquila playa de arena fina. Desde este pueblo se puede acceder a las famosas playas de los Genoveses y del Mónsul, pero para quién no lo sepa, el acceso es previo pago si se quiere hacer con vehículo y si no, toca andar varios kilómetros por un camino escarpado, seco y polvoriento.
Así que la playa de San José es una buena alternativa, con unas magníficas vistas.
Varios kilómetros de costa más arriba, nos encontramos con la playa del Arco, que a simple vista no despertó nuestro interés y la visitamos tan sólo por su proximidad al camping dónde nos alojamos.
Una gran roca de color blanco, con formas imposibles, asoma al mar, dejando que sus aguas se cuelen entre sus grietas y que la sal se cristalice en su superficie. Es un gran fósil que parece emerger de la nada, al pie de la playa.
Ver el atardecer sentada en su áspera superficie, escuchando el suave oleaje de fondo fue una pasada.
Un paisaje tan peculiar, sin duda, es un entorno privilegiado para hacer el reportaje fotográfico de una boda, sobre todo si a pocos metros hay un lugar de celebraciones y una disco jajaja.
Por último, a varios kilómetros de distancia, nos encontramos con la playa de las Negras.
Un mar en calma ideal para navegar y practicar deportes acuáticos que permiten recorrer la zona y observar la riqueza del fondo marino. Mientras te bañas en la orilla, salen a recibirte pequeños pececillos que juguetean entre los pies de los bañistas.
Toda la zona del Parque Natural de Cabo de Gata y los alrededores, ofrecen al visitante magníficas playas y calas donde disfrutar de un entorno natural lleno de sorpresas y con unas vistas espectaculares.
Hasta la próxima… Almería.
[…] ya varios años, una amiga eligió las paradisíacas playas de Almería y su Parque Natural de Cabo de Gata para perdernos y, ambas, desconectar, entre otras cosas, de nuestra vida personal y sentimental que en ese momento […]
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Justo estuve el año pasado por estas fechas en San José y madre mía, qué lugar, la playa de los Genoveses estaba prácticamente desierta y era como estar en el paraíso. Me has recordado que le debo un post a este precioso lugar. En otros viajes estuve por la zona norte, Isleta del Moro me encantó. Magníficas fotos!
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Gracias!! Si, me han quedado sitios pendientes…una excusa perfecta para volver 😉
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