Una semana llena de estrés y momentos complicados que necesitaba dejar atrás. Para ello, nada mejor que salir a caminar. El grupo de senderismo con el que últimamente salgo, había organizando una salida circular de unos 10 km. Un sendero tranquilo, junto al río, con una subida ligeramente pronunciada a medio camino, justo para alcanzar el castillo de Moclin.

Emprendimos el camino temprano, con un estupendo día de sol que hacía disfrutar de los bellos colores del otoño que el entorno nos brindaba.

Esta época del año es fantástica para disfrutar de la naturaleza, sobre todo si el tiempo acompaña. Los tonos verdes se mezclan con múltiples tonos amarillos y anaranjados de las hojas que en breve se terminarán de caer, dejando desnudas las ramas de los árboles.

El otoño invita a pasear por el bosque, a sentir el olor de la tierra húmeda y el olor de las hojas caídas. La travesía transcurrió tranquila a lo largo de varios kilómetros entre árboles que nos marcaban el recorrido por la ribera del río, marrón y turbio como consecuencia de las recientes lluvias.

Al llegar al puente colgante, el camino transcurre brevemente por una pasarela de madera, justo al borde la las rocas.

A continuación, a pocos metros, comienza la subida por la ladera de la montaña, por un sendero de fácil acceso, en busca del castillo. Se trata de una subida dividida en dos tramos. La primera es pronunciada pero de pocos metros de distancia. Justo arriba, las vistas desde las rocas son espléndidas y permiten distinguir otras localidades cercanas.

A continuación, el segundo tramo de la subida que se hace un poco más largo, pero que no resulta excesivamente duro, nos lleva justo a los pies del castillo, al otro lado de la montaña.

Allí estuvimos casi una hora, disfrutando de las vistas, comiendo y haciendo fotos.

Antes de emprender el regreso al punto de origen, Olivares, estuvimos tomando unas ricas tapas en la localidad de Moclin y algunos de los excursionistas aprovecharon para ver el castillo y la iglesia de la localidad.

Tras unas 4 horas de caminata, repartidos en los distintos vehículos, emprendimos el viaje de regreso a Granada, con la energía renovada y habiendo dejado atrás los malos humos. Y es que es verdad eso que dicen de que «el deporte es la mejor medicina para el cuerpo y la mente».