Entre ardillas y ciervos, de ruta

Antes de acabar el año, y siguiendo con la buena y sana costumbre de caminar, fuimos a la Sierra del Parque Natural de Huétor Santillán. Está a unos 30 minutos de Granada en dirección a Jaén.

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Tras tomar el primer desvío desde la autovía, pasado Alfacar, llegamos a una casa forestal donde hay que dejar los vehículos. Desde allí, dos caminos nos invitaban a adentrarnos en el bosque de pinos y encinas.

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Elegimos el sendero de la izquierda que transcurría en llano entre árboles. Se trata de un camino fácil para caminar, que no requiere gran esfuerzo físico y muy recomendable para hacer en familia.

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A los pocos kilómetros, entre matorrales, varios cervatillos comían apaciblemente con su madre. Al llegar nosotros, se alejaron tranquilamente. Antes pudimos verlos y hacerles algunas fotos, aunque desde lejos.

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Es todo un privilegio tener la oportunidad de ver ciervos tan de cerca en el bosque. Con esa agradable sensación, la ruta cobró un nuevo interés por ver más animales salvajes.
Durante todo el camino, junto al sendero, se podía ver tierra removida que, casi con total seguridad, era consecuencia de la existencia de jabalíes en la zona.

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El día era invernal, con niebla y frío. Sin embargo, la ruta merecía la pena por el paisaje. Al otro lado del valle, los picos de las montañas más altas aparecían entre las nubes que a última hora de la mañana empezaron a bajar amenazando lluvia.

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Tras varios kilómetros de caminata y una breve parada para comer, llegamos a un punto donde el camino se vuelve a bifurcar. El camino de la derecha nos conduce hasta el pueblo de Huétor Santillán y si se continúa por la izquierda se alcanza el cerro de la cruz.

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Con el tiempo tan inestable, decidimos volver sobre nuestros pasos para evitar volver de noche y, sobre todo, pendientes de la meteorología.

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A la vuelta, hicimos un alto en el camino para ver otra cosa forestal, aparentemente abandonada. Se conserva en buen estado el exterior del edificio aunque los interiores están bastante estropeados.

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Antes de volver a los vehículos, el broche final a la ruta, lo pusieron las simpáticas ardillas que justo sobre nuestras cabezas saltaban de rama en rama, de pino en pino, juguetonas y alegres. Pudimos ver a alguna subiendo huidiza por el tronco, presta a ponerse a salvo en las alturas. Sin duda fue una estupenda forma de terminar la última ruta de senderismo del año.

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Era hora de volver y tomar un chocolate caliente para recuperar las fuerzas y entrar en calor.

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