El día de lluvia y viento no fue un impedimento para salir a hacer turismo el sábado por la mañana. Nuestra primera parada fue la Iglesia Ortodoxa rusa que hay en Altea la Bella.
Construida en su totalidad en madera, es un templo pequeño y acogedor. Rodeada de naturaleza, la iglesia cuenta con un patio exterior amplio y cuidado.
En uno de los laterales, San Nicolás está representado con la imagen de la iglesia en una de sus manos.
El interior es realmente impresionante, con relicarios y tesoros de gran valor. Al entrar, es costumbre cubrirse la cabeza y por ello, hay un perchero con pañuelos de seda de colores a disposición de los visitantes.
La decoración del altar mayor y la cúpula son de gran belleza, con pinturas de ángeles y otras representaciones religiosas. Dentro, huele a incienso y reina el silencio, invitando al recogimiento.
Tras la visita, continuamos nuestra ruta hacia Calpe, una acogedora localidad costera donde comer se convierte en un acto de regateo buscando la mejor oferta gastronómica.
En la zona del puerto, varios restaurantes ofrecen paellas de marisco, frituras de pescado y menús a los viandantes, intentando captar su atención con ofertas, descuentos y sangría gratis.
Se trata de una forma curiosa de concertar un precio y un menú personalizado, consecuencia de una atroz competencia.
Pero merece la pena entrar en ese juego, que forma parte del encanto del lugar si después puedes ponerte las botas con una rica paella de marisco, unos mejillones al vapor y una fritura de pescado por poco más de 10€ por persona.
A pesar del fuerte viento, la costa lucía espléndida esa mañana tras despejarse el cielo y salir el sol.
Una vez habíamos repuesto fuerzas, tocaba aprovechar la tarde visitando dos pequeños pueblos situados más en el interior: Guadalest y su magnífico castillo y Polop, famoso por su fuente de los cien caños.
Encaramado en las rocas, Guadalest otea el horizonte de una forma privilegiada. Esta localidad es también famosa por sus múltiples museos: de miniaturas, de saleros y pimenteros, de la tortura medieval, de belenes y un largo etc.
Pero sin duda, lo más llamativo es su castillo y casco antiguo en la misma roca.
A través de un pasadizo en la roca entramos en la localidad. Calles empedradas, vistas al valle y al pantano, con la sierra al fondo, rocas a los pies sobre las que se asienta el pueblo y un cuidado aspecto ofrecen al visitante una maravillosa panorámica.
Queda pendiente para la próxima visita la subida al castillo que, por la hora (casi la hora del cierre del monumento) y el fuerte viento helado que soplaba, no la realizamos. En su lugar, volvimos sobre nuestros pasos para visitar Polop.
La famosa fuente con agua de manantial, tiene cien chorros y los nombres de las localidades de la zona.
Con los últimos rayos de sol aún en el horizonte y el frío metido en el cuerpo, qué mejor plan que tomar un rico chocolate con churros.
Pero no en cualquier sitio, sino en una auténtica chocolatería Valor, en Benidorm.
El aroma y el sabor de sus chocolates son difíciles de describir. Os invito a probarlo directamente si tenéis la oportunidad.
En mi próximo post os relataré mi visita a la fábrica de chocolate Valor, en Villa Joyosa.
He pasado muchas veces por Altea, y siempre me fijo en la iglesia con la cúpula azul. No sabía que además tenía una iglesia rusa. Parece chulísima. Ya tengo visita pendiente para este verano 🙂 Muy bueno el artículo.
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Muchas gracias. Un saludo!
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ver esa iglesia me han hecho saltar las lagrimas de emocion…..precioso..gracias por enseñarla
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Gracias, da gusto que te lean con tanto cariño :*)
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