Señorita del mar, novia del aire

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«Señorita del mar, novia del aire» (José María Pemán, poeta y escritor célebre.)

Con esta maravillosa frase describía a principios del siglo XX el autor a Cádiz, una ciudad anclada a tierra por una larga calle llena de nuevos edificios y hoteles, pero que una vez que pasas la famosa Puerta Tierra, te traslada a otra época.

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La tacita de plata, cuya denominación tiene distintas versiones, a saber: para algunos proviene de la forma que tiene la ciudad que se asemeja a una taza y al reflejo plateado del sol sobre el mar; para otros sin embargo, el origen deriva de la gran cantidad de comerciantes adinerados que frecuentaban la ciudad y de la habitual costumbre de juntarse de tertulias en los cafés. (Conocer otras denominaciones de Cádiz).

Pero mucho antes de llegar a plantearnos el origen de esa denominación para la ciudad, ya en el camino de vuelta hacia Caños de Meca, estuvimos callejeando por el casco histórico de la ciudad de la luz. Y es que, tal y como ya conté en el post de mi primera visita (Enamórate de la luz), Cádiz tiene una luz especial.

El día no invitaba a hacer turismo, estaba nublado, amenazaba lluvia y hacía un viento horrible. Pero habíamos planificado la visita a la ciudad para ese día y no era plan de desaprovechar la ocasión. Conseguimos aparcar con cierta facilidad cerca del Puerto, a escasos metros de Puerta Tierra y desde allí nos adentramos al casco histórico en busca de la catedral.

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Aunque visites más de una vez una misma ciudad o lugar, he de decir que siempre es diferente, siempre se descubren cosas nuevas, incluso nosotros mismos miramos con otros ojos porque somos de otra forma. Y eso me pasó con Cádiz. Cuatro años más tarde volvía a pisar sus calles, a ver sus monumentos, pero de una forma distinta.

Influye mucho que en esta ocasión llevábamos a una guía de excepción que conoce la ciudad casi al dedillo y que supo llevarnos de la mano en un tour que no defraudó.

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Tras varios posados y selfies de grupo en la plaza de la catedral nos dirigimos al mercado de abastos, no con la intención de comer (algo que teníamos previsto hacer un poco más tarde) sino con la de comprar algunos productos típicos. En nuestro caso salimos cargados de aceitunas «chupadeos».

El bullicioso mercado de abastos de Cádiz está bordeado en su interior por unas galerías cubiertas por soportales donde cientos de locales ofrecen comida para llevar, para tomar en el momento e incluso para cocinar sobre la marcha, así como otros productos como carnes, chacinas y ultramarinos variados.

Tras dar una vuelta por todos los soportales quisimos entrar dentro, sobre todo por la amplia zona de pescadería. Podéis pensar que andar entre puestos de pescado no es muy agradable y que además no huele muy bien, pero si vais os recomiendo que lo visitéis. ¿Cuántas veces puedes ver un atún rojo de almadraba entero? Yo desde luego muy pocas. Además, estuvimos viendo otras especies y admirando la calidad y el tamaño del pescado.

En varias esquinas del recinto había pequeños puestecillos con ostras, navajas y camarones para comprarlos sobre la marcha y comerlos directamente en un cartuchillo de papel.

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Nosotros decidimos tomar un cartucho de fritura mixta y la típica y deliciosa tortita de camarones de uno de los puestos más míticos de la galería comercial interior. Y es que la lluvia hizo su acto de presencia y nos «obligó» a tapear antes de lo previsto. Qué sufrida es la vida del turista…Tras una cerveza y nuestra ración de pescaito nos dispusimos a ver el Castillo de San Sebastián, con el tiempo justo para ir a comer a otro local de solera.

La lluvia quiso darnos tregua a medias y, mientras cruzábamos la ciudad de un extremo a otro en busca de nuestro bar, empezó de nuevo con fuerza. Pero ¿y lo bien que nos sentó la comida después de las adversidades? Las tapas (pagadas, que no estamos en Granada) eran cada una más apetecible que la anterior. Al final decidí que quería probar el atún rojo que acababa de ver en el mercado. Otros se decantaron por carnes ibéricas y también salieron satisfechos.

Y como recompensa, el sol radiante y el cielo azul nos recibieron nada más terminar. Ideal para pasear por la otra parte de la ciudad que apenas conocía, el Parque Genovés.

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Para finalizar nos dimos un buen homenaje en una cafetería francesa ubicada justo a las espaldas de Correos, en el centro.

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A continuación, aún tuvimos tiempo de ver el Teatro Falla, la plaza del Ayuntamiento y el monumento conmemorativo de la Constitución de 1812, junto al puerto.

El día llegaba a su fin, satisfechos, encantados con la visita y enamorados de una ciudad que tiene algo especial. Volveremos.

«No existen en la paleta del pintor, ni en la pluma del literato colores bastante luminosos para dar la impresión brillante que nos produjo Cádiz en aquella mañana gloriosa». (Théophile Gautier, 1840).

Este post forma parte de un viaje de cuatro días por la provincia de Cádiz. Si quieres leer las otras entradas, aquí te dejo los enlaces:

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