La climatología de la zona norte de España es un factor a tener en cuenta a la hora de planificar las actividades a realizar, sobre todo si son al aire libre. Nosotros tuvimos que ir adaptando nuestro itinerario en función de la meteorología y por suerte, hay un montón de actividades que se pueden hacer con lluvia y niebla.
Desde luego subir al mirador del Fitu no fue una gran idea ya que conforme íbamos subiendo la niebla nos iba cubriendo de forma que, una vez allí, la vista era completamente nula. Una pena porque el paisaje desde allí debe de ser impresionante y sin duda nos lo apuntamos para el próximo viaje.
Sin embargo, un excelente plan para hacer en familia es visitar el MUJA (Museo del Jurásico de Asturias) que, además, los miércoles es gratuito. Estuvimos disfrutando de los exteriores con las recreaciones de los distintos dinosaurios y una vez dentro recorrimos las diferentes salas dónde de forma didáctica explican todo tipo de información sobre las diferentes especies. Resulta muy curioso descubrir los restos encontrados, así como las huellas que se conservan en rocas encontradas en la costa asturiana.
El aparcamiento estaba lleno y al final, tanto nosotros como muchos otros visitantes, tuvimos que aparcar carretera abajo, a pesar de la lluvia. Si vais, os recomiendo ir temprano para evitar estas incomodidades.
Después de la visita, decidimos ir a la zona de los Bufones de Pría, que sobre todo los días de invierno y de mar revuelto es cuando más espectaculares son. Sin embargo, en esta ocasión, aunque llovía, no había suficiente oleaje en el mar para hacer el efecto de los bufones, que se forman al entrar el agua a presión por las galerías internas de la roca, formando geisers de varios metros de altura.
Estuvimos asomados en el acantilado, imaginando cómo sería ver salir un chorro de agua a presión por los huecos de la roca por donde podíamos oír silbar el viento. Si impresiona la costa asturiana estando en calma la mar, imaginad un día de temporal. Alucinante.
Para la hora de comer decidimos ir a la villa marinera de Ribadesella, magnífica localidad donde desemboca el famoso río Sella que al día siguiente teníamos previsto descender en canoa a pesar de la previsión de lluvia, que se mantenía para los siguientes días.
Caminar por los alrededores del paseo y por las principales calles del centro nos ayudó a elegir un restaurante donde comer unas ricas fabes con almejas, un estupendo cachopo y un delicioso pitu caleya, platos típicos de la gastronomía asturiana que debes probar si tienes ocasión, al igual que los tortos de maíz o un buen chuletón de ternera, como ya hicimos en nuestra visita a Gijón.
Después de reponer fuerzas, decidimos conocer mejor el centro de Ribadesella y caminar por el paseo que transcurre a lo largo del Río. La bajada de la marea deja el nivel de la desembocadura muy bajo, por lo que salen a relucir viejas barcas que normalmente permanecen ocultas bajo el agua. Esa estampa me recordó a los viejos canales de Holanda, en cuyos fondos podemos encontrar cientos de bicicletas oxidadas.
Si visitas la villa marinera, no te puedes ir sin probar alguno de los dulces o chocolates que vende la bombonería la Veguina, cuyo escaparate haciendo esquina entre dos calles muy céntricas, invita a quedarse un buen rato disfrutando de las composiciones en chocolate que los adornan y, por supuesto, a entrar a probar alguna de sus delicias.
Nosotros caímos en la tentación de probar sus famosos pasteles Letizias, en honor de la actual reina y cuyo agradecimiento de la Casa Real aparece expuesto con orgullo por los dueños, en uno de los escaparates.
Con el tiempo justo, cruzamos el puente sobre el río Sella, para llegar al Centro de Interpretación de la Cueva de Tito Bustillo, cuya reserva resulta imprescindible si quieres acceder a la cueva. No era nuestro caso, así que realizamos la visita guiada al centro y aprendimos mucho sobre la cueva, sus descubridores y su formación. Queda pendiente para nuestra próxima visita, acceder a ella y disfrutar de una visita completa.
Para acabar nuestro día, nos dirigimos a Cangas de Onís, donde disfrutamos de una visita nocturna estupenda con el Puente Romano iluminado y una atmósfera tranquila y muy agradable. Era hora de ir a descansar, que al día siguiente nos esperaba el descenso en canoa del Río Sella. Nuestro hostal para los siguientes tres días estaba en Soto de Cangas, una pequeña población que se encuentra muy próxima a Cangas de Onís y muy bien situada para las visitas que teníamos previstas para el resto de la semana.
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