Dos corazones prometiéndose amor y simbolizando la unión con la siembra de un árbol semanas antes de la boda. Así comienza esta historia.

Queríamos hacer algún ritual simbólico en nuestra ceremonia civil y encontramos muy acorde a nosotros la idea de sembrar un árbol. Nos une nuestra pasión por la naturaleza y por las rutas de senderismo a través de la montaña así que elegimos un lugar especial, que pudiéramos visitar con frecuencia, cercano a casa, para sembrar nuestro arbolito.

Lo preparamos todo y cargados con nuestra maceta y los utensilios de jardinería, subimos al monte. Lo hicimos directamente en tierra, semanas antes del enlace matrimonial y lo grabamos para después proyectarlo durante la celebración y así compartir con todos nuestra iniciativa. Junto al tallo, en un tubo de cristal, protegido del agua, un pequeño texto enterrado, atestiguando un momento tan mágico y especial.

Hace ya tres años y medio, y nuestro árbol del amor crece fuerte y sano… en nuestro interior ya que el auténtico, después de ir a regarlo cada semana de aquel seco y caluroso verano de 2017, de cuidarlo con mimo, como si de verdad fuera algo que nos representaba, acabó siendo devorado por alguna cabra montesa o algún otro animal que encontró suculentos los tiernos brotes de nuestro ciprés.

Ni las ramas secas ni los pinchos de protección que pusimos pudieron evitar que al final lo tuviéramos que acabar sacando de la tierra convertido en una rama casi seca. En nuestro recuerdo queda el simbolismo de aquel árbol y el proceso de creación de nuestro pequeño ritual de amor. (Descubre más sobre este ritual).

Y en nuestro interior, la valiente tarea de salir airosos de las dificultades que encontremos en el camino, siempre juntos y de la mano, cómo ramas entrelazadas.

Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.

Cortázar.