Vivir en casa. Parece una obviedad, pero nada de eso. Hasta hace casi un año, antes de que empezara está terrible pandemia, muchos de nosotros (y yo me incluyo también) vivíamos nuestras vidas fuera de casa.

Pasábamos en casa el tiempo justo, alguna tarde de relax, un fin de semana de lluvia y poco más. Nos gustaba hacer vida en la calle, salir a tapear, quedar a tomar café, ir de visita a casa de los amigos y de la familia, salir a cenar y al cine, una copa con buena música para bailar…tener planes y vida social en casa o preferiblemente fuera de ella.

Y nos sigue gustando. Claro que sí, pero llevamos casi un año sin poder hacer nada de eso. Y se echa de menos. Mucho. Tener planes. Que llegue el viernes por la tarde y tengamos mil cosas interesantes que hacer, sitios a los que ir, ocio y tiempo libre bien aprovechado fuera de casa.


Sin embargo, por las circunstancias, nuestros hábitos han tenido que cambiar y ahora vivimos en casa. Eso ha hecho que se hayan disparado en este último año las pequeñas reformas domésticas, hemos reacondicionado nuestros hogares para hacerlos más cómodos, mejor equipados y sobre todo, ahora que pasamos más tiempo las casas, se hace más necesario que nunca que esas pequeñas mejoras que antes dejábamos para más adelante, se hagan ahora.

Nuestro nuevo espacio de ocio es el mismo donde habitamos y dónde teletrabajamos y esto nos ha hecho hacer pequeñas inversiones y adaptar algunos espacios en nuestros pisos o casas. Por ejemplo, la habitación de los trastos, ahora es un coqueto estudio donde poder trabajar de forma cómoda y tranquila.

En nuestro caso, hemos mejorado nuestro hogar con nuevos dispositivos tecnológicos que pretenden facilitar nuestro día a día, hemos habilitado nuevos espacios para el teletrabajo y hemos contratado servicios de contenidos digitales para ampliar nuestro ocio.

Además, hemos empezado nuevas rutinas de deporte al aire libre, tan necesario para liberar tensiones y despejar la mente. Saludable hábito que queremos mantener incluso cuando podamos volver a la tan ansiada normalidad.
Nuestras vidas han cambiado y con ella, nosotros también somos personas diferentes a quiénes éramos hace un año. Ni mejor ni peor, tan sólo distintos por dentro. Con nuevas prioridades y con nuevos sueños e ilusiones. Con necesidades más sencillas y con aspiraciones menos ambiciosas. Y un deseo intenso de volver a abrazar pronto, bien fuerte, a todas las personas que queremos.
