Vivimos en una sociedad individualista donde cada uno va a lo suyo, sin prestar mucha atención a los demás. Caminamos por las calles de la ciudad absortos en nuestros propios pensamientos, sin interactuar con los demás…pero esto es siempre así?
Tengo varias anécdotas en las que personas totalmente desconocidas han interactuado conmigo en la calle. Sí, aunque parezca extraño, estando en plena tercera ola de la pandemia, con la distancia de seguridad y con las mascarillas puestas, que yo creo que da hasta pereza hablar con alguien si no es por necesidad. Pero de repente, alguien decide sacarte una sonrisa y socializar en este momento en el que tanto lo necesitamos todos.
Hace unos meses, al caer la tarde, después de la merienda, decidí salir a pasear por el barrio con mi hija en el carro. Hacía una tarde agradable que invitaba a caminar tranquilamente, mientras la niña parloteaba divertida viendo los coches pasar y las luces de las farolas empezaban a encenderse.
En un semáforo, otra joven mamá se paró a mi lado, llevando una linda niña también en su carro. En los minutos en los que el semáforo permaneció en rojo entabló conversación conmigo acerca de la alimentación del bebé.
Continuamos caminando juntas un buen rato mientras comentábamos cosas de bebés. La chica me preguntaba un montón de cosas de mi hija y luego me comentaba sobre la suya. Si alguien nos hubiera visto en ese momento hubiera imaginado que éramos unas viejas amigas paseando juntas. A los pocos minutos nos despedimos con una sonrisa y un hasta otro día.
Hace una semana, mientras estaba dando mi última vuelta corriendo al circuito que hago cada semana, en el esfuerzo por no parar antes de alcanzar mi objetivo, intentando acompasar el ritmo de mis zancadas al de la música y tratando de no olvidarme de respirar, una chica muy joven, casi adolescente, pasó a mi lado y tras mirarme un par de veces, acompañando su ritmo con mío me dijo: muy bien, lo estás haciendo muy bien, en serio te estoy viendo y vas muy bien, sigue. Y aceleró sus pasos dejando cada vez más distancia entre las dos hasta que desapareció de mi vista.
Y por último, os cuento qué me ha pasado hoy mismo.
Hoy mi hija salía de la guardería con un gorro de chef puesto con su nombre escrito en un lateral. Han tenido clase de cocina y han jugado con masa de colores. Al salir de la panadería habitual, la mujer que esperaba su turno para entrar iba acompañada de una niña de unos 10 años. La niña, al verme salir con mi hija en brazos, me ha comentado muy feliz que ella también se llama Emma y su madre me ha dicho que además escrito igual, con dos m, cómo tiene que ser. Hemos reído unos instantes y nos hemos despedido.
Estás anécdotas que os cuento, son pequeños gestos que en estos tiempos de pandemia, de distancia social, de alejamiento de las personas incluso de las que quieres y de poco contacto físico en general, se hacen más llamativas y, por qué no decirlo, se agradecen mucho más.
Cuando me despedí de la otra mamá después de que me hiciera un interrogatorio sobre la alimentación de mi bebé me sentí bien, me agradó mucho haber podido charlar con ella. En el fondo creo que echamos de menos las interacciones sociales y las buscamos.
Cuando aquella chica me animó, cuando ya casi no podía seguir, me estimuló y me motivó para continuar y acabar mi carrera olvidando el dolor de gemelos y el cansancio.
No cuesta ningún trabajo ser cordial y agradable con las personas que nos cruzamos y en estos tiempos que vivimos creo que en más de una ocasión logran sacar una sonrisa y eso ya es mucho.
Así que te animo a ser tú esa persona que le alegra el día a alguien dedicándole unas palabras amables.
Feliz martes.

Ese es nuestro superpoder como humanos. Tenemos que utilizarlo más:) ¡Muy chulaaa la entrada!
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Gracias 😀😀
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