Empezamos la temporada de caminatas con esta maravillosa ruta de senderismo que transcurre por el cañón que se ha formado en la roca a los largo de miles de años por la erosión del agua del río, creando un barranco situado en el municipio de Saleres, en el Valle del Lecrín, en Granada.

Llevábamos mucho tiempo con ganas de volver a calzarnos las botas y salir a caminar pero las circunstancias lo habían impedido y la llegada del verano definitivamente lo había dejado pospuesto hasta el otoño, ¿o no?
El barranco de la Luna es una ruta que te sorprende por sus impresionantes vistas dentro del desfiladero.
Hay algunas rutas y senderos que transcurren por zonas verdes, llenas de árboles, junto a algún río que son ideales para la época estival, como es el caso del sendero de Los Cahorros (Monachil), el de Los Bolos (Dúrcal), la ruta por el río Chillar (Nerja) y el Barranco de la Luna (Saleres) que fue la que finalmente decidimos hacer con un grupo de amigos el domingo por la mañana. Clasificada de dificultad fácil en todos los blogs que habíamos leído previamente y con un recorrido de unos 2.6 kilómetros de distancia, era la mejor opción para hacer con niños pequeños.
Con la ropa cómoda preparada, el calzado adecuado para andar por el río (aunque no recomiendo llevar escarpines), algo de fruta, agua y muchas ganas de pasar un gran día con amigos y un paisaje impresionante, a las 10.30 de la mañana estábamos todos en el cementerio de Saleres, punto donde se inicia la ruta, que es circular.

Lo primero que hay que indicar es que aunque ponía dificultad fácil, para nada la consideramos así tras hacerla. En el grupo de 13 personas, incluyendo a un pequeño perro y niños de distintas edades, tuvimos dificultades para hacer algunos de los descensos entre las resbaladizas rocas y las pozas, que aunque no eran profundas en ninguno de los casos, sí pusieron a prueba la habilidad de cada uno de nosotros. Resultaron de gran ayuda los palos de senderista, no tanto como punto de apoyo, que también, sino como herramienta para ir probando y tanteando la profundidad de cada poza antes de la bajada del resto de grupo, ya que el agua en muchos casos no baja transparente, principalmente porque el trasiego de senderistas subiendo o bajando su cauce enturbia el agua. Por lo tanto calificamos la ruta como de dificultad media, apta para todos los públicos siempre y cuando cuenten con cierta habilidad y sobre todo, recomendamos que se haga en el sentido del curso del agua ya que la bajada siempre es más sencilla que la subida.


Una vez se dejan los vehículos en el aparcamiento del cementerio o en sus proximidades, tenemos que subir la carretera unos 250 metros hasta encontrar el comienzo de la ruta, indicada convenientemente. Empieza así un camino seco por un carril y después continúa por un camino de tierra, indicado a la derecha, vamos buscando a pocos metros la bajada al río, que a lo pocos minutos ya se deja entrever en el paisaje, donde grandes rocas anuncian que el desfiladero del barranco está justo debajo. Cuando se llega al nivel del río, aparece el cauce seco, y debemos adentrarnos en él. Está indicado por lo que no tiene pérdida. En esta primera parte de la ruta, es muy importante detenerse en las paredes rocosas que nos vamos encontrando ya que están llenas de fósiles marinos. Se ven claramente las conchas de las almejas y los sedimentos del mar formando las capas de las rocas. En otro tiempo, hace millones de años, esta zona era mar. Asombra verlo tan fácil y es muy interesante para explicarlo a los niños.



A los pocos metros, el camino se acaba dejando paso al cauce del río ya con agua, y ahí empieza realmente la aventura del descenso del barranco siguiendo el curso de agua. Nos adentramos en el agua, siendo muy recomendado llevar zapatillas deportivas dispuestos a mojarlas, ya que la sujeción que aportan es mucho mejor que los escarpines o zapatos de agua que podamos llevar.


El camino se vuelve estrecho en la mayoría de las zonas, con la vegetación cubriendo el río, aunque en las zonas donde las rocas se convierten en un desfiladero alto de varios metros donde apenas entra la luz, las vistas son impresionantes.
Los acantilados van dejando paso a saltos de agua con pozas de distintas alturas y profundidad, sin que ninguna de ellas sea superior al medio cuerpo de un adulto. En el caso de hacer la ruta con niños, como era nuestro caso, tuvimos que hacer cadenas humanas para ir pasando uno a uno a cada niño hasta una zona segura, siendo imprescindible el trabajo en equipo, la coordinación y la habilidad del grupo.


Se vivieron momentos de tensión, hasta ver claramente cómo sortear el nuevo obstáculo que se nos presentaba, siendo importante el trabajo de avanzadilla que hacían los que iban en cabeza. Varios miembros del grupo tuvieron resbalones sin mayores consecuencias, la mayoría acabamos con los culos mojados y, sobre todo, hubo muchas risas.


Cuando llevábamos una hora y cuarto de caminata, en un pequeño ensanche del río, apartados del paso para no molestar a quiénes subían o bajaban el barranco, hicimos un pequeño receso para comer la fruta, beber agua y picotear unos frutos secos. Los niños repusieron fuerzas y al cabo de unos minutos retomamos la ruta.
Ajenos al calor extremo que hacía fuera del río, estuvimos media mañana fresquitos, disfrutando del agua y de la naturaleza en un entorno envidiable, muy recomendable para los amantes de la naturaleza y del senderismo.
Ya quedaba la recta final para acabar el recorrido y volver al punto de origen.


Llegado a ese punto, el camino se sale del cauce lleno de vegetación del río y empieza a ascender por el monte primero y por una zona de huertas después. La subida es mucho menos acusada que la bajada inicial por lo que este es otro buen motivo para hacer la ruta en el sentido indicado.
Cuando llegamos a la altura de la carretera, nos dimos cuenta de que estábamos a unos 100 metros por debajo del aparcamiento donde habíamos dejado los vehículos. Era casi la una de la tarde, y el calor empezaba a ser asfixiante, por lo que decimos buscar un lugar cercano para comer. El restaurante Loma del Valle era una buena opción, ya próximo a la autovía.
Sentados en el salón con aire acondicionado, con la ropa y el calzado secos tras cambiarnos todos, y con una cerveza bien fría, brindamos por un día lleno de aventuras.

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¡Qué bonita ruta! Me la apunto. Gracias. Un abrazo.
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Muchas gracias 🙂
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