Sevilla de mil colores

Cientos de luces de Navidad iluminan nuestros pasos por las calles de Sevilla en un ambiente navideño maravilloso. En muchas de las plazas hay puestos de artesanía y regalos, huele a castañas asadas y a gofres por algunas de sus calles más céntricas y concurridas. Las fachadas de las tiendas lucen espectaculares decoraciones de Navidad que nos recuerdan al glamour de Milán.

Sevilla es una ciudad grande, muy bonita y especial que aún teníamos en nuestra lista de visitas pendientes. Antes de acabar el año decidimos hacer una escapada por Andalucía y la capital andaluza fue el destino elegido. No nos hemos equivocado.

Gracias a las recomendaciones y las indicaciones turísticas de nuestra gran amiga Sara, el recorrido por el centro histórico y los barrios más emblemáticos de Sevilla fue estupendo y muy completo. Anotado todo con esmero y con nuestro mapa pintado en un folio (adoro tus detalles) paseamos por años de historia descubriendo una ciudad maravillosa.

El hotel que hemos elegido es un acierto seguro. El Hilton Garden Inn situado en el barrio de la Macarena ofrecía un precio muy bueno y aunque no está cerca del centro, sí que tiene muy buenas comunicaciones por transporte público.

Se trata de una escapada urbana para desconectar, para descubrir con calma y sin prisas una ciudad nueva que tiene muchísimo por ofrecer y que, en unos escasos tres días, sólo nos permite quedarnos con unas pinceladas de color, de esos miles de colores que tiene.

Hemos recorrido el barrio del Arenal donde las bodegas y los bares de tapas se suceden, creando un estupendo ambiente en las calles. Hemos caminado entre el ir y venir de cientos de visitantes por las calles más comerciales del centro histórico mezclados con los sevillanos que hacen sus compras navideñas.

Por las callejuelas más escondidas hemos descubierto parroquias, iglesias y casas palacio que nunca hubieras imaginado que estarían allí, entre patios de naranjos y plazas con terrazas. Hay tantas iglesias como bares, o al menos esa es nuestra impresión. Caminamos sin rumbo fijo, descubriendo a cada esquina algo que nos llamaba la atención y nos hemos dejado llevar, con pasos errantes, por una ciudad abierta al visitante.

Merendamos en la pastelería La Campana deliciosos pasteles y continuamos nuestro recorrido. La mejor forma de descubrir una ciudad es perderse en ella. Y nos hemos perdido por sus calles con tiendas de lujo, alternadas con pastelerías y librerías, algunos comercios con siglos de tradición, bodegas minúsculas que invitan a tomar un vino de pie en la puerta, puertas antiguas que dejan entrever los famosos patios sevillanos y entre todo, de repente una plaza que te llama la atención, una iglesia que emerge entre los edificios o una estupenda terraza para sentarse a descansar y disfrutar de las vistas y el ambiente.

La Catedral, el Palacio de San Telmo, la impresionante Tabacalera o la Plaza de España son de visita obligada. Así como Los Alcázares y el Parque de María Luisa, aunque nosotros en esta ocasión no hemos entrado a monumentos ni a museos porque la niña es aún muy pequeña para aguantar las visitas.

Aprovechando el ambiente navideño hemos visto el belén de la Fundación CajaSol, que es realmente impresionante. Hemos hecho actividades infantiles muy chulas en la zona de las setas e incluso hemos podido charlar con Melchor en la parroquia de San Andrés.

Por la mañana, disfrutando un sol espléndido hemos paseado por el puente de Triana y recorrido algunas de sus principales calles. Hemos desayunado por allí y visitado por recomendación expresa el mercado de Abastos. Muy recomendable también para comer.

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